Dijeron
que la flota quedaría amarrada, que había que atar todo lo que pudiera
volar, que llegaría a una velocidad de ciento sesenta kilómetros por
hora, que se trataba de una ciclogénesis explosiva, la hostia, la
tormenta perfecta.
Dicen que el peligro es una espita del deseo, que toda esa adrenalina que produce el miedo hace que uno pueda enloquecer de impudicia y lujuria… No lo sé, solo sé que el viento empezó a golpear los cristales como nunca, que arrastró agua y barro y peces muertos, que parecía que iba a levantar la casa sobre un cuerno de infinito poder, que ahí afuera alguien soplaba una trompeta como si fuera el mismísimo diablo y que parecía que llegaría el puto Apocalipsis de un momento a otro.
Dicen que el peligro es una espita del deseo, que toda esa adrenalina que produce el miedo hace que uno pueda enloquecer de impudicia y lujuria… No lo sé, solo sé que el viento empezó a golpear los cristales como nunca, que arrastró agua y barro y peces muertos, que parecía que iba a levantar la casa sobre un cuerno de infinito poder, que ahí afuera alguien soplaba una trompeta como si fuera el mismísimo diablo y que parecía que llegaría el puto Apocalipsis de un momento a otro.
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