9/5/11

♦El adultero





Nos pusimos de acuerdo.

Yo esperaba sin prisa por la esquina,
me hacía el despistado,
hablaba con el niño y los borrachos,
encendía un cigarro o compraba el periódico.

Aparenté no verte
llegar casi sin prisa,
arreglarte un momento en el descapotable,
abrir la puerta,
subir hasta el segundo.

Yo despisté al portero de las barbas rojizas,
y allí,
sin los silencios
del joven que se enfrenta,
sin tu arbolado anillo de goleta
que surca el matrimonio,
a pesar de tus pieles y mi piel,
nos pusimos de acuerdo.





El adultero


El adúltero se despidió con un beso de su mujer, bajó en el ascensor hasta el portal y, tras subir de nuevo cautelosamente por las escaleras, golpeó con los nudillos la puerta de la vivienda pegada a la suya. Le abrió la adúltera, conteniendo la risa. El adúltero dejó el maletín en el suelo y se aflojó la corbata.
-Es increíble- dijo dejándose caer en el sofá- estar tan lejos y tan cerca de casa al mismo tiempo. Recuérdame dentro de un rato que llame a mi mujer desde Barcelona. Teóricamente tenía que coger el puente aéreo de las 8.30. ¿Y tu marido?
- Se ha ido a Barcelona también. A lo mejor os encontráis en el avión, je, je.





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